Quienes me conocen saben bien de mi afición al senderismo. Recorrer montañas y valles, lagunas y lagos, riveras de ríos o playas, para mi, es siempre un placer. Incluso caminar entre bancales aún sin brotes.
Desde aquí quiero compartir algunas lecciones que he aprendido tras muchas horas y muchos kilómetros de pateo. También tras innumerables meteduras de pata.
No hay que salir al campo con miedo, pero tampoco olvidar que entraña ciertos riesgos.
Me gustaría clasificar estos riesgos en dos grandes grupos: Internos y externos.
Los riesgos internos son aquellos que dependen de cada persona. La mayoría de ellos se superan con el tiempo. Están relacionados con la capacidad y la preparación física y mental.
Se le dedica poca atención, incluso se desprecia, pero una actitud pesimista, que se centra únicamente en lo negativo es peligrosa en montaña. Y lo es por muchas razones. Seleccionamos dos:
Por ello, es importante mantener una actitud optimista. No porque así desaparezcan los problemas y peligros, sino porque ayuda a encontrar soluciones a las dificultades y salir airoso de ellas.
En el punto anterior alertábamos sobre el pesimismo, que siempre es malo. Sin embargo, un optimismo imprudente que no ve la realidad también entraña riesgos. De hecho, es uno de las principales causas de accidentes.
Un optimismo imprudente lleva a sobrevalorar las fuerzas. Las propias y las de los demás. Ésto supone un grave peligro a la hora de planificar la ruta -haciéndola más larga de lo aconsejable- o excesivamente dura. En consecuencia se nos podría echar encima la noche -o las horas de calor- sin estar preparados para ello. O bien generarnos un desgaste excesivo que termine por impedirnos disfrutar, tener una mala recuperación, e incluso lesionarnos.
Un optimismo imprudente, además, puede empujarnos a atravesar pasos peligrosos para los que no estemos preparados.
Aunque el optimismo es necesario, pues nos ayuda a exprimir al máximo nuestras capacidades. Ha de ser realista para evitar que se convierta en una fuente de riesgo.
Puede que pensemos que estamos en forma por salir a correr o por ir al gimnasio con frecuencia.
No cabe duda de que eso ayuda en montaña, pero el senderismo es un deporte de fondo que requiere fuerza. ¿Cuánto de cada? Depende de la ruta.
Lo importante es conocer nuestros límites. Para ello, nada mejor que ponerlo a prueba poco a poco. Primero algo corto y sencillo. Si nos sentimos cómodos, pasados unos días podremos probar con algo más largo y/o un poco más intenso. O decidir quedarnos en ese nivel. Y si nos hemos pasado, un buen descanso y a probar algo más suave. Esto va de disfrutar, no de competir.
Hay multitud de problemas de salud que mejoran con senderismo, pero también otros que se agudizan.
Si se conoce algún problema de salud que pueda interferir, es imprescindible contar con la aprobación de un médico especializado antes de aventurarse a la montaña.
También puede ocurrir que, como consecuencia del ejercicio, se muestren síntomas de alguna complicación desconocida. En este caso es importantísimo interrumpir la actividad y pasar un reconocimiento médico adecuado, para que un especialista nos asesore sobre la conveniencia de continuar.
En cualquier caso, es recomendable realizar ejercicio bajo supervisión facultativa.
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Entre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.
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