La bebida en senderismo es un factor crítico. Resulta imprescindible para mantenerse correctamente hidratado, pero también es pesada, por lo que hay que saber estimar la cantidad adecuada.
La deshidratación, además de ser peligrosa para la salud, causa sensación de fatiga, por lo que impedirá disfrutar del día de campo.
A la hora de prepara la bebida que llevaremos a una ruta es importante tener en cuenta varios factores: Temperatura, duración, intensidad, consumo habitual y acceso a agua potable de confianza.
Los días calurosos necesitaremos -y nos apetecerá más- hidratarnos abundantemente, por lo que el consumo de agua podrá ser del doble o del triple.
En días fríos también es necesario beber. Aunque el cuerpo no lo pida con tanta urgencia, lo necesita.
Veamos estos dos puntos, porque van de la mano.
Cuanto más tiempo estemos fuera, más agua necesitaremos llevar. Si el esfuerzo es intenso, sudaremos más y necesitaremos reponer mayor cantidad de líquido.
Con el ejercicio, el cuerpo te pedirá un aporte extra al consumo habitual que realices.
Hay rutas sin agua, con poca y con mucha agua. En ocasiones, el agua es potable -apta para el consumo humano-, sin embargo, no podemos fiarnos alegremente de este calificativo, ya que podría sentarnos mal.
Este hecho no se debe a que la bebida sea de mala calidad, sino a que tiene unas características diferentes a las que estamos acostumbrados. En montaña es frecuente encontrar aguas muy puras que pueden sentar mal, ocasionando situaciones incómodas cuando nos encontramos al aire libre.
Por ello, es conveniente evitar beber agua de fuentes -incluso tratadas-, salvo que tengamos la seguridad de que nos sentará bien. Es mejor cargar algo más de peso que arriesgarse.
Teniendo en cuenta los factores anteriores, vamos a establecer que beberemos en cada parada -con calor nos apetecerá, con frío, nos forzaremos a ello-.
Para una ruta suave, un buen ritmo de parada es andar 55 minutos y descansar 5, por lo que beberemos una vez cada hora. Si la ruta es más intensa -subida a una montaña- podremos planificar el doble: Ciclos con 25 minuto de caminata y 5 de descanso.
Ésto va a depender principalmente de la temperatura. Podemos estimar que beberemos un vaso (unos 250ml) con calor y un sorbo (unos 100ml) con frío.
Por tanto, deberemos multiplicar el número de paradas estimadas por lo que esperamos beber en cada una de ellas y así obtendremos el resultado.
Por precaución, llevaremos un 25% extra. Es decir, por cada litro que esperemos beber, un cuarto (un vaso) más. Siempre redondearemos al alza.
Con la experiencia iremos ajustando mejor para no llevar exceso de peso, ya que la bebida es una de las cosas que más pesa en la mochila.
Para una ruta suave de 4 horas, en verano -al amanecer-, cabe suponer que haremos 4 paradas y en cada una de ellas beberemos un vaso de agua. Es decir, que beberemos 250ml · 4 = 1000ml = 1l (un litro de agua).
Por seguridad, añadimos un 25% más: 1000ml · 1,25 = 1250ml = 1,25l. Como no es habitual encontrar botellas de litro y cuarto, llevaremos una botella de litro y medio o dos de un litro (siempre es mejor pasarse que quedarse corto).
Etiquetas: Seguridad en montaña, SenderismoEntre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.
[…] las condiciones son muy diferentes a las del entorno urbano. Al igual que con la comida y con la bebida, afectan diferentes […]